Habíamos acordado con un taxista de Trinidad que nos llevara a la capital de
Cuba por cierta tarifa, pero el chófer apalabrado no se presentó y en su lugar vino otro conductor con un coche
viejuno.
En principio no quisimos tomarlo, pero después de un nuevo
regateo, llegamos a un acuerdo con un nuevo precio sólo hasta Cienfuegos. Allí alquilaríamos
otro coche hasta La Habana. Al final esta operación nos salió más barata.